Fueron 30 años de demencia
de esa pobre mujer, vestía falda sobre falda, media sobre media, blusa sobre
blusa, hasta que ajustaba más de 17 prendas; su cabello estaba mugriento y
enredado; tenía sus uñas negras y lucía
una fragancia que la algarroba envidiaría. Nena Echeverri era una mujer sola
que llevaba una carga que pocas madres podrían soportar. Vivía en las calles y
comía lo que la caridad le ofrendaba. Respetada por los adultos porque eran
consientes de su tragedia y molestada por los insolentes jóvenes para la cuál
era un centro de burlas y entretenimiento
mezquino; le tiraban piedras, le jalaban el cabello (bueno, ¡si a ese
nido de paja que tenía en la cabeza podía llamársele así!), la insultaban y
salían corriendo detrás de ella. Nena siempre estaba esperando y esa esperanza
de un imposible era lo que la enloquecía, esperaba un muerto que viviera,
esperaba un abrazo y un beso de su hijo; pero lamentablemente en la vida real
muchos sueños no se cumplen ni se deberían soñar. Su hijo del que nadie recuerda ni su nombre,
solo Nena, era un hombre que tuvo que pagar servicio militar por el orden y libertad de una patria
que no se acordaba de su gente; dónde no hubo
carreteras, ni escuelas, ni agua potable, ni energía, ni casi nada. La
madre del muchacho, la desequilibrada mujer, al no tener el dinero para pagar
el impuesto, con el dolor en el alma, tuvo que dejar ir a su hijo para nunca
más volverlo haber. Fue 18 de enero a las tres de la tarde, hora que se
dedicaba a alabar la misericordia de un señor, que vía correo la mujer recibió la abrumadora y
desconsoladora noticia que la desquiciaría permanentemente. Aunque por el
cuerpo recibió una gran suma de dinero por su senilidad nunca lo pudo gastar ni invertir en su salud
que tanto lo necesitaba, en cambio unos hermanos codiciosos se quedaron con la
pequeña fortuna que tanto pudo servirle a la mujer. Nena Echeverri terminó sus
días en el ansianato de la caridad Ángeles
custodios donde unas bellas almas sin recibir un solo centavo cuidaban
de personas necesitadas como ella. Nena espera el día, y quiere que sea pronto,
donde pueda visitar a su hijo ya que él nunca regresó. Ahí está esperando
pacientemente el momento que el señor tenga misericordia de ella y le dé la
oportunidad de volver tenerlo a su lado.
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