La Visita de la Bruja


Nadie imaginaría que ese muchacho callado con pinta de señor y ademanes de caballerosidad guardara un secreto que lo avergonzara y lo atormentara en las noches. Sin saber porque sus sueños eran visitados por espantos y no de esos que hablan las señoras, sino de espantos más reales y tenebrosos que se pudiera imaginar. El joven sufría en silencio o mejor dicho en un ahogo porqué lloraba y gritaba mentalmente  ¿Se estaría volviendo loco? ¿Sería solo una pesadilla? ¿Sería una visita del más allá, o simplemente el poder de la sugestión? Él quería que las cosas fueran diferentes y no entendía el porqué ni como habían llegado esos sueños o lo que él pensaba que eran sueños.
Su cabello parecía un peluche, su piel un chocolate, ojos canela oscura, labios gruesos color violeta, mirada siempre al suelo, contextura gruesa y una barriga que cualquiera que lo viera pensaría que era un camionero. Llevaba una voz muy suave y de bajo volumen  con un acento regional muy marcado. Siempre deseaba palmotear, abrazar o dar un guiño a sus seres queridos pero su fobia social lo amarraba y esa voz crítica que muchos llaman conciencia lo hacía pensar en moralidades infundadas  y perdía  la oportunidad de expresar el amor. “Gagueaba”, tartamudeaba un poco, patinaba en la primera sílaba de cada frase y la repetía tres veces cuando estaba nervioso. En muchas ocasiones parecía ansioso pero era hasta buenachón el “pelao”.  A sus quince años parecía un niño, sus fantasías sobre sus proyectos lo convertirían en un gran empresario, en un filántropo, en un héroe de su nación,  en un gran escritor, en un “playboy”, en un famoso, en un músico, en un fotógrafo, en un arista de la vida; bueno al menos  eso le decían sus proyecciones mentales. El joven Hacía honor a su signo zodiacal Aries porque vivía en los aires, era un soñador empedernido de esos que sueñan con volar y creía  que era posible. Su documento de identidad que decía que había nacido en Marzo en el hospital Gregoriano, de nacionalidad Colombiano y en cuyo bautizó fue nombrado  Simón en nombre del héroe de la historia (según sus padres esto sería un buen augurio para el futuro del primogénito)
Simón era de pocos amigos mejor dicho de ningún amigo, nunca había tenido novia y le causaba preocupación que los compañeros y  conocidos con quienes hablaba ya hubieran practicado gran parte del kamasutra y el nada de nada. Temía a  la soledad pero la abrazaba en cada oportunidad que tenía de salir, conocer gente y hablar.
Cada  noche Simón vivía un tormentoso episodio, sentía que lo intentaban ahorcar, lo apretaban, se le sentaban en el pecho, inclusive a veces sentía que lo arañaban. Le comentó a sus padres pero ellos dijeron que eran bobadas y entonces  su madre lo llevó donde un consejero para que se convirtiera en su mejor  amigo y así sacara esos miedos, frustraciones, tristezas, complejos, angustias, traumas ocultos o cualquier cosa que el muchacho pudiera tener y que le causara esa situación. Pero no funcionó, luego de una costosa terapia de 6 meses con citas una vez a la semana  todo continuaba igual. Simón seguía viviendo esa tortura noche a noche, visitó al médico y él le dijo que lo que tenía era una reacción alérgica a cualquier cosa que no se podía definir pero que podría ser por causa del polvo, el frío, la humedad, un alimento, un animal o cualquier cosa así que le recetó un medicamento. Tampoco funcionó, entonces el médico lo remitió donde un siquiatra que en menos de  cinco minutos y por su experiencia de 30 años concluyó que lo que vivía Simón era una alucinación; El doctor Enrique Arbeláez un hombre rubio, alto, de piel tersa y desteñida del cual ningún paciente conocía el color de sus ojos ya que siempre estaba pegado y clavado a su computador sin ninguna discusión diagnosticó al joven, y por la fe que le tenían los padres a la trayectoria de la eminencia de la medicina, hasta se pensaría que le tenían más fe a él que al mismísimo altísimo; siguieron todas las instrucciones y Simón comenzó a consumir 723 medicamentos al día. Todo seguía igual ante la incertidumbre Simón llegó a la conclusión que era una bruja lo que lo atormentaba. Por sugerencia de un buen vecino, consultó a  una médium. La iluminada, actriz de profesión de la universidad San Vicente de Paúl y espiritista por vocación,  una joven de 33 años 10 meses y 5 días se echó en una silla  reclinable y luego de desdoblarse y ponerse en contacto con los ángeles, las almas y demás entidades de otras dimensiones concluyó que a Simón le habían hecho un mal y que por una “módica” suma de 50.000 flores lo libraría  de tan terrible mal. Simón ni tenía las flores ni tenía quien se las prestará así que Simón decidió continuar soportando  tan terrible condición.
Simón vivía en una humilde casa que su padre pagaba la renta  puntualmente,mes a mes, era una pequeña ciudadela de apenas 49 cuartos, 8 baños, 4 patios, tres cocinas, 6 comedores,8 salas y un gran corredor y mirador para “ojear” a  los vecinos y a quien pasaba. La casa estaba  ubicada en la carrera 15 # 17-15 del barrio platanares a solo 7 cuadras del parque principal del municipio donde Simón disfrutaba de todas las comodidades; su cuarto amplio y confortable tenía una ventana  que más parecía una puerta que desde hacía dos años no cerraba bien y por negligencia u olvido no la habían mandado a reparar.

Una noche a las 3:00  de la mañana Simón tenía muchas ganas de evacuar su vejiga entonces con un impulso de su inconsciente abrió los ojos llevándose una gran sorpresa, algo que nunca hubiera imaginado, un gran susto y a la vez una escena muy cómica. Encima de él se encontraba una gata, si una gata, un felino de esos comunes y corrientes, de esos que maúllan, de esos que saltan y penetran con su mirada, de esos que andan por las calles y muchas veces las personas soleteras coleccionan. Solo carcajadas podría causar tal situación, era  un animal que buscaba y se arrunchaba en la cama del joven lo que sentía entre dormido cada noche. Por la ventana dañada entraba lenta y sigilosamente. Así termina el misterio de Simón, su angustia y fuente de preocupación se había convertido en una anécdota graciosa para toda su vida pero ninguna que superara el día en que Simón pudo cumplir su sueño de volar pero eso se los contaré en otro cuento.

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