El siglo XXI es el siglo de la
enfermedad que sale a la luz y es naturalizada como parte de la insipiencia y
fragilidad humana acentuando la realidad de la mortalidad. Todos moriremos, es
una dolorosa verdad para cual el ingenio y tecnología no ha podido dar solución.
Aunque la expectativa de vida de la especie ha aumentado considerablemente
gracias a los desarrollos de los antibióticos, las vacunas, el acceso al agua
potable y otras medidas de sanidad; la vida humana está largada pero no aún no es perpetua. Esa es la verdad ante las
ilusiones de lo humano ser unos dioses
que controlan el planeta a su antojo. La vida humana es delicada necesita de
agua y nutrientes esenciales, es débil ante el calor y el frío, entre muchas
otras cosas. La muerte es la sentencia más certera para el desenlace de cada
individuo. El cuerpo humano se infecta con facilidad de gran cantidad de microorganismos,
se lacera, inflama, fractura, ulcera;
con la sencillez que una porcelana se quiebra.
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