Los demonios de Colombia no
son los ateos ni homosexuales. Los demonios de Colombia no son los drogadictos
ni las prostitutas, tampoco son los millonarios. Los demonios de Colombia son
las amnesias de patria, el desamor a la tierra y la ignorancia, la falta de
autonomía para buscar soluciones y esperar siempre que un salvador llegue con
un subsidio o una ayuda eterna mientras se duerme en las petacas. Otro demonio de
Colombia es no creer en la ciencia pero si en los espíritus, en los duendes, en
las brujas, en las ánimas. Otro demonio es no votar o no saber votar y venderse
por un delicioso tamal y una limosna de mercado que se cambia por el robo de
millones donde los incrédulos cambian poco por mucho. Otro demonio de Colombia
es la desfachatez con la fiesta y el licor, el ocio exacerbado con telenovelas
de toda la tarde y noche y en hipnóticos partidos de fútbol. Colombia tendrá
que exorcizar esos demonios para empezar a construir y amarse así misma.
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